Nadie, en su sano juicio, habría podido suponer que a comienzos de septiembre la situación de la pandemia existente podía llegar a parecerse tanto a la que sufríamos en los inicios de marzo.
Todos suponíamos que los errores cometidos serían rápidamente subsanados, una vez que se pudieran descartar excusas como el desconocimiento del virus o el hecho de haber sido cogidos de improviso. En las nuevas circunstancias, carecería de sentido hablar de la falta de equipamiento suficiente y adecuado para todo el personal sanitario, ni tendría sentido plantearse que se pudieran reproducir las circunstancias que desembocaron en el colapso de la atención primaria y el bloqueo de las UCIS.
Pues nada más lejos de la realidad, simplemente con un cambio de palabras se reproduce casi miméticamente la situación anterior.
Desventuradamente ahora ya está claro que estamos a la cabeza de los que peor situación tienen respecto a la pandemia y es evidente que no puede ser una casualidad.
Cuando se ha tratado de buscar las razones de la situación en la que nos encontramos, algunos dirigentes- muy especialmente los de la Comunidad de Madrid- han hablado de ensañamiento y de búsqueda de culpables. Pero la realidad es muy distinta: la pandemia ha servido para dejar plenamente al descubierto que, sin los recortes que se han llevado a cabo en la sanidad y en la educación durante un decenio largo, nunca habríamos llegado a una situación como esa. Si no se recupera lo perdido tras los recortes, ni cambia la filosofía de los dirigentes de la comunidad de Madrid, estaremos dando permanentemente vueltas a la noria y volveremos una y otra vez al punto de partida.
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