Un problema de mala suerte

Nadie, en su sano juicio, habría podido suponer que a comienzos de septiembre la situación de la pandemia existente podía llegar a parecerse tanto a la que sufríamos en los inicios de marzo.

Todos suponíamos que los errores cometidos serían rápidamente subsanados, una vez que se pudieran descartar excusas como el desconocimiento del virus o el hecho de haber sido cogidos de improviso. En las nuevas circunstancias, carecería de sentido hablar de la falta de equipamiento suficiente y adecuado para todo el personal sanitario, ni tendría sentido plantearse que se pudieran reproducir las circunstancias que desembocaron en el colapso de la atención primaria y el bloqueo de las UCIS.

Pues nada más lejos de la realidad, simplemente con un cambio de palabras se reproduce casi miméticamente la situación anterior.

Desventuradamente ahora ya está claro que estamos a la cabeza de los que peor situación tienen respecto a la pandemia y es evidente que no puede ser una casualidad.

Cuando se ha tratado de buscar las razones de la situación en la que nos encontramos, algunos dirigentes- muy especialmente los de la Comunidad de Madrid- han hablado de ensañamiento y de búsqueda de culpables. Pero la realidad es muy distinta: la pandemia ha servido para dejar plenamente al descubierto que, sin los recortes que se han llevado a cabo en la sanidad y en la educación durante un decenio largo, nunca habríamos llegado a una situación como esa. Si no se recupera lo perdido tras los recortes, ni cambia la filosofía de los dirigentes de la comunidad de Madrid, estaremos dando permanentemente vueltas a la noria y volveremos una y otra vez al punto de partida.

Durante la pandemia y hasta el día de hoy, el ejecutivo de Isabel Diaz Ayuso ha seguido derivando fondos a la sanidad privada y los casos de Ribera salud y Quirón son suficientemente evidentes.

Punto aparte ha sido la nefasta gestión del Servicio de Atención a Domicilio, en manos de las correspondientes empresas del sector, donde la escasez de medios y la mala gestión han perjudicado tanto los usuarios como a las trabajadoras.

Algo similar ha ocurrido con los rastreadores.: se comprometieron a alcanzar una ratio equivalente a la aceptada internacionalmente, pero, independientemente de haber retrasado, injustificadamente, su puesta en marcha incumplió nuevamente su palabra, intentando la contratación de universitarios de forma gratuita y, posteriormente contratando a empresas privadas y, finalmente planteando la posible incorporación de rastreadores militares.

Podríamos seguir poniendo ejemplos como la ratio profesor/alumno en la enseñanza, la gestión de las residencias de mayores etc., pero no se trata de buscar culpables -cualquiera podría encontrarlos utilizando los datos y un mínimo de sentido común – sino de ENTENDER las razones por las que nos encontramos en una situación tan extremadamente peligrosa.

Por si no existieran suficientes motivos, podemos, utilizar ejemplos de la máxima actualidad:

Las declaraciones de la presidenta de la CAM que nos informa que todos los escolares acabarán infectados al poco tiempo de iniciar las clases.

El otro es la citación a los profesores para llevar a cabo pruebas de PCR, previas al inicio del curso escolar.

La gestión no pudo ser más desastrosa, llegando a mentir públicamente para intentar culpabilizar a los profesores de su total y manifiesta incompetencia. Finalmente se vieron en la necesidad de anular la convocatoria. Al día siguiente se repitió la jugada, demostrando que se “podía” solucionar en Madrid centro, pero reiterando el planteamiento en el resto de la ciudad.

Tan “brillante gestión” puede ser realzada, aún más, con las medidas adoptadas por la presidenta de la comunidad, como la medicalización de los hoteles de los “amigos” y construir un nuevo IFEMA -esta vez en Barajas- que será, nos tememos, tan útil como el hospital anterior.

Todo este cúmulo de despropósitos pueden incluso hacer dudar, no solo de la capacidad y la competencia de sus responsables, sino incluso de su buena fe.

Quizá, por una vez, y sin que sirva de precedente- la máxima responsable de la CAM puede tener parte de razón cuando afirma que el problema de Madrid era que había tenido mala suerte. Pero es probable que el problema de la mala suerte- con mayor precisión- se haya cebado en los madrileños al haberse convertido en “súbditos” de la presidenta de la CAM.

Lo que resulta indiscutible es que, si continuamos con semejantes planteamientos, el resultado es tan perfectamente previsible como irreversible y eso es algo que no podemos consentir, ni tampoco nos podemos permitir.

9 de septiembre de 2020

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